Firallon caminaba nerviosamente de un lado a otro en la cubierta de su nave, el asesino tenía que llegar en cualquier momento. Pese a ser el Almirante de una flota pirata, la más temida de los mares del sur, no podía evitar sentirse vulnerable cada vez que él se encontraba cerca. Sin duda, la reputación del extranjero le precedía y no había duda alguna de que iba a cumplir con su encargo. Desafortunadamente el macabro personaje también tenía fama de ser impredecible y difícil de controlar, una complicada faceta de su personalidad a la que uno solo podía enfrentarse con dinero, mucho dinero.
Una vez más, se ajusto su ostentoso sombrero de Almirante y el lujoso atuendo, no podía parecer dejado o peor aún, vulnerable, ante su insólito invitado. Aun con un as en la manga, no le quedaba más remedio que confiar en sus hombres si algo iba a salir mal.
La experiencia había enseñado a Firallon a rodearse de gente competente, desafortunadamente tras un motín promovido por sus mejores y más próximos hombres, parecía imposible conseguir que sus nuevos oficiales hicieran algo bien.
A su derecha en todo momento, Parche de Hierro exploraba la costa con un oxidado catalejo. El viejo orco solo conservaba un ojo, pero no había nadie con mejor vista a bordo del Velo Escarlata. En demasiadas ocasiones el pielverde demostró ser un combatiente más que hábil, marcando la diferencia en las escaramuzas donde participaba. No obstante jamás tuvo madera de líder y fue ascendido a segundo a bordo por su incuestionable lealtad y su utilidad como guardaespaldas.
Duncan el Guapo manejaba como nadie su peine. Cada día aparecía luciendo un aspecto que superaba el anterior. Con su piel de infante y su ondeante melena oscura conseguía los halagos de todas las marineras de la flota y de algún que otro marinero. Firallon estaba deseando encontrar a un contramaestre más apto desde el motín, sabía que tarde o temprano Duncan acabaría provocando un desastre.
-Señor, tenemos compañía.
Parche de Hierro fue el primer en reparar en la llegada del extranjero. El misterioso individuo llego al Velo Escarlata dejándose caer por el mástil principal de la nave sin producir ruido alguno. Ni tan solo el entrenado ojo del orco pudo divisar desde donde saltó para llegar al barco. Tal y como les había indicado el Almirante, la tripulación echó mano de sus armas y se prepararon para cualquier eventualidad que pudiera surgir.
Apelando a su valentía y experiencia, Firallon se acercó hacia el manteniendo una inquebrantable mascara de confianza y falsa hospitalidad.
-Querido amigo, llegas puntual como un reloj.
El Almirante esperó una respuesta pero no tardó en recordar que el asesino no era demasiado elocuente, de hecho aun no estaba seguro de si tenía la capacidad de responder. Su aparente actitud impasible junto con el hecho de que no parecía traer la cabeza del Barón hacia que Firallon intuyera que las cosas no iban a salir tal y como esperaba.
Habría sido imposible para la tripulación reaccionar a tiempo para evitar que el extranjero derribara a los dos piratas que tenía más próximos. El primero recibió un puntapié en el rostro y aún no había aterrizado cuando el segundo vio los nudillos del guante oscuro demasiado cerca , seguidos de la madera del suelo de cubierta.
Parche de Hierro agarró su hacha de mano y la arrojó con fuerza, forzando al asesino a utilizar el mástil de apoyo para saltar por encima de un confundido goblin, giró sobre sí mismo y lanzó una daga que aparentemente se perdió sin impactar a nadie. El pequeño pirata goblin casi pierde el equilibrio tratando de seguir a su enemigo con la vista. Intuyendo que había aterrizado cerca trató de desenfundar su arma pero dos certeros golpes en sus riñones y cabeza le sorprendieron antes.
Inmediatamente uno de los hombres que Firallon había apostado con un rifle en un extremo de la cubierta abrió fuego, tan solo consiguiendo que su arma implosionara debido a una obstrucción en su cañón. Al parecer la daga no se había perdido después de todo.
Firallon se encontró abrumado por el pánico, apenas pudo agarrar su preciada pistola de duelos por culpa de los nervios. No podía creer que todo fuera tan mal después de estar más que prevenido y preparado. Sabía que el Barón era astuto y podría intentar comprar la lealtad de su asesino y pese a lo poco probable que era ese escenario se había preparado para él. Desgraciadamente no había sido suficiente.
Alzó la vista para apuntar al demonio pero solo vio a sus hombres inconscientes, inmediatamente se volvió hacia Parche de Hierro y por primera vez pudo ver al orco tratando de no caer inconsciente tendido en el suelo. Desesperado, el Almirante trató de divisar algún tripulante que aún estuviera en pie pero solo consiguió encontrarse con una daga colocándose en su garganta.

No le quedaba demasiado tiempo y era perfectamente consciente de que era el momento de jugar la última carta, deseando con todas sus fuerzas que la información que tanto le había costado reunir salvara su cuello.
-Tengo noticias de Hellstorm.
Durante los tres segundos más largos de la vida de Firallon el extranjero su detuvo, uno a uno, los marineros que se hallaban conscientes aún fueron levantándose y recogiendo sus armas. Aún al estando al borde de la muerte, el Almirante se rió para sus adentros al comprobar que Duncan no estaba por ningún lado, tal y como era de esperar se habría escondido o bien habría saltado por la borda.
-Suéltame y te contaré todo lo que quieres saber.
-No.
Firallon se estremeció al escuchar la macabra voz del asesino, de repente entendió el porqué de su reticencia a hablar.
-Está bien, primero te digo lo que quieres saber y después me sueltas y te vas.
Pese a que el extranjero no expreso su conformidad en el acuerdo, el Almirante decidió que darle la información era su mejor opción para vivir.
-Thrall lo ha localizado en Rasganorte y ha mandado a la elite Kor'kron a recuperarlo. También ha enviado un grupo de mercenarios habitual de la Horda con ellos. Me extrañó que no te mandaran a ti también, pero creí que podría interesarte.
Por primera vez, el extranjero se agito nervioso mientras sostenía la daga en la garganta de su objetivo. Firallon empezó a sentirse optimista sobre su situación.
-En el bolsillo interior de mi camisa encontrarás un mapa con el punto de llegada de su expedición, tan solo hace dos días que partieron así que aun no deben haber llegado.
Sin apartar la daga un solo centímetro, el asesino agarró el mapa. Era un rollo arcano inscrito con un curioso grabado en su dorso.
-Se que estas pensando en matarme y cobrar mi recompensa, aun así debo decirte que si yo muero, ese grabado destruirá el mapa.
Convencido de que tantas molestias habían servido de algo, Firallon respiró aliviado. Notó como el extranjero manipulaba algo bajo su capa y de repente se estremeció con un ruido extremadamente agudo y desagradable.
El ser que apareció volando directamente hacia él no era algo natural. El Almirante había visto un dragón rojo en cierta ocasión, pero este dragón era una sombra con brillos azules fruto de alguna retorcida magia. Lo que le pareció aun más sorprendente era que la espeluznante criatura no producía ningún ruido al batir sus alas. El asesino le soltó, y se agarro de la pata de tan extraño ser mientras pasaba volando casi demasiado cerca.

Mientras ambos se alejaban a una velocidad vertiginosa Duncan apareció con un rifle largo en sus manos y apunto al extranjero mientras este se alejaba. Firallon le hizo bajar el rifle con una mirada cargada de ira.
-Inútil! No le des motivos para volver! Crees que si quisiera no nos habría matado a todos? Como se te ocurrió traerle?
-Pero Almirante, yo solo llamé a un asesino, tal y como me pidió!- Firallon vio en los ojos de su contramaestre pura ingenuidad, su falta de experiencia había sido tan peligrosa como la daga que momentos atrás yacía apostada en su cuello-.
-Si quieres sacar a alguien de en medio, llamas a un profesional que cumplirá exactamente lo que le pides por el precio acordado, no llamas a Kamandol-