miércoles, 10 de junio de 2009

Wade Cooper: Círculo Perfecto

A medida que el arma describía círculos sobre la mesa, Wade seguía con la vista fija sobre ella. La trayectoria nunca variaba, por mucho que su dueño siguiera impulsándola con su mano y sin importar la fuerza con que lo hiciera. El arma siempre repetía la anterior trayectoria: un círculo perfecto.

Se sorprendió a si mismo llenándose el vaso una vez más sin siquiera tener sed o deseo alguno por el contenido de la botella. El alcohol siempre fue un mal consejero, quizás no el peor, pero sin duda uno malo. Por desgracia para Wade, era la única compañía disponible a esas alturas.

Mientras se adentraba en sus pensamientos cerró los ojos para sumergirse en la perfecta oscuridad, tan solo acompañado por el zumbido incesante y monótono que producía el arma girando sobre la madera de la mesa.

Al principio aun tenia ánimos para tratar de escapar de la situación, sin duda huir de los problemas siempre había sido algo en lo que Wade sobresalía, pero a medida que la futilidad de sus esfuerzos se hacía más obvia, su resignación crecía. Todos sus intentos sin importar el empeño que pusiera en ellos le llevaban al mismo punto, todo un círculo perfecto. 

Fruto de la frustración ante la enorme ironía de su situación, soltó un golpe sobre la mesa mientras gritaba el enésimo improperio. Su arma salió despedida fuera de la mesa y se quedo en el suelo, inerte. Ya no giraba.

La solución a sus problemas llegó de una manera tan clara y obvia que no podía creer que no se le ocurriera antes. Sin duda alguna cualquiera necesitaría una gran dosis de agallas para llevarla a cabo, pero en el caso de Wade era más bien lo contrario, significaba dejar de ser valiente.

Bebió el último trago lanzó el vaso contra la pared y recogió su arma. Mientras cerraba los ojos y colocaba el cañón apuntando a su sien, Kat volvió a invadir sus pensamientos. Si ella pudiera verle ahora, sin duda trataría de detenerle, trataría de salvarle como ya lo había hecho antes.

-Veo que al final lo has entendido.

Aunque sabía que no debía hacerlo, no pudo evitar abrir los ojos para verla una última vez. Estaba tan radiante como la recordaba, con ese largo vestido de baile azul y el pelo recogido. Su presencia allí desafiaba la lógica pero era una última visión digna al fin y al cabo.

Desgraciadamente Wade sintió un escalofrió cuando pudo distinguir su expresión. La muy puta se estaba riendo, Kat nunca haría algo así. Nunca tuvo la menor esperanza de que fuera ella, era imposible, pero no pudo evitar sentir cierta desilusión.

El círculo se estaba cerrando y Wade apretó el gatillo.

martes, 12 de mayo de 2009

Report in! Damn it!!! (informe de estado)

Ha llovido mucho desde la última vez que postee y aun mas desde el día que empecé este blog. Si bien es la primera vez que hablo sobre mi (y que conste que no me gusta hacerlo) me gustaría hablar sobre los cambios inminentes que se avecinan para las tres personas que acostumbran a leer esto.

Voy a aparcar indefinidamente En Tierra Hostil para contar una nueva historia. No se trata de algo inspirado en material existente sino que tratare de partir de cero y crear algo original (al menos todo lo original que pueda ser un servidor).

Ha habido muchos motivos por los cuales no he actualizado con la regularidad que me debería, sin entrar en detalles me gustaría enseñar el trabajo que llevamos a cabo Quimtuk y yo para el concurso que propuso Blizzard sobre el diseño de un parque temático. Sorprendentemente los dibujos corrían a su cargo (insertar sarcasmo) y yo me encargué del concepto.

Podéis pasaros por el deviantart de Quimtuk y verlo en tamaño gigante además de expresar lo maravillados que os sentís por esta obra de arte (injustamente perdedora del certamen).

Puedo decir en mi defensa que he estado algo atareado con las clases donde además de aprender, Rebeca me hace compañía y me dibuja los comics que guionizo en mi cabeza (en este caso además está basado en hechos reales).

Resumiendo, acabo de comprometerme a escribir pronto, así que tened la bondad de pasaros pronto para poder decirme que miento muy mal.

lunes, 9 de febrero de 2009

El Negociador Agresivo II

Firallon caminaba nerviosamente de un lado a otro en la cubierta de su nave, el asesino tenía que llegar en cualquier momento. Pese a ser el Almirante de una flota pirata, la más temida de los mares del sur, no podía evitar sentirse vulnerable cada vez que él se encontraba cerca. Sin duda, la reputación del extranjero le precedía y no había duda alguna de que iba a cumplir con su encargo. Desafortunadamente el macabro personaje también tenía fama de ser impredecible y difícil de controlar, una complicada faceta de su personalidad a la que uno solo podía enfrentarse con dinero, mucho dinero.


Una vez más, se ajusto su ostentoso sombrero de Almirante y el lujoso atuendo, no podía parecer dejado o peor aún, vulnerable, ante su insólito invitado. Aun con un as en la manga, no le quedaba más remedio que confiar en sus hombres si algo iba a salir mal.

La experiencia había enseñado a Firallon a rodearse de gente competente, desafortunadamente tras un motín promovido por sus mejores y más próximos hombres, parecía imposible conseguir que sus nuevos oficiales hicieran algo bien.

A su derecha en todo momento, Parche de Hierro exploraba la costa con un oxidado catalejo. El viejo orco solo conservaba un ojo, pero no había nadie con mejor vista a bordo del Velo Escarlata. En demasiadas ocasiones el pielverde demostró ser un combatiente más que hábil, marcando la diferencia en las escaramuzas donde participaba. No obstante jamás tuvo madera de líder y fue ascendido a segundo a bordo por su incuestionable lealtad y su utilidad como guardaespaldas.

Duncan el Guapo manejaba como nadie su peine. Cada día aparecía luciendo un aspecto que superaba el anterior. Con su piel de infante y su ondeante melena oscura conseguía los halagos de todas las marineras de la flota y de algún que otro marinero. Firallon estaba deseando encontrar a un contramaestre más apto desde el motín, sabía que tarde o temprano Duncan acabaría provocando un desastre.

-Señor, tenemos compañía.

Parche de Hierro fue el primer en reparar en la llegada del extranjero. El misterioso individuo llego al Velo Escarlata dejándose caer por el mástil principal de la nave sin producir ruido alguno. Ni tan solo el entrenado ojo del orco pudo divisar desde donde saltó para llegar al barco. Tal y como les había indicado el Almirante, la tripulación echó mano de sus armas y se prepararon para cualquier eventualidad que pudiera surgir.

Apelando a su valentía y experiencia, Firallon se acercó hacia el manteniendo una inquebrantable mascara de confianza y falsa hospitalidad.

-Querido amigo, llegas puntual como un reloj.

El Almirante esperó una respuesta pero no tardó en recordar que el asesino no era demasiado elocuente, de hecho aun no estaba seguro de si tenía la capacidad de responder. Su aparente actitud impasible junto con el hecho de que no parecía traer la cabeza del Barón hacia que Firallon intuyera que las cosas no iban a salir tal y como esperaba.

Habría sido imposible para la tripulación reaccionar a tiempo para evitar que el extranjero derribara a los dos piratas que tenía más próximos. El primero recibió un puntapié en el rostro y aún no había aterrizado cuando el segundo vio los nudillos del guante oscuro demasiado cerca , seguidos de la madera del suelo de cubierta.

Parche de Hierro agarró su hacha de mano y la arrojó con fuerza, forzando al asesino a utilizar el mástil de apoyo para saltar por encima de un confundido goblin, giró sobre sí mismo y lanzó una daga que aparentemente se perdió sin impactar a nadie. El pequeño pirata goblin casi pierde el equilibrio tratando de seguir a su enemigo con la vista. Intuyendo que había aterrizado cerca trató de desenfundar su arma pero dos certeros golpes en sus riñones y cabeza le sorprendieron antes.

Inmediatamente uno de los hombres que Firallon había apostado con un rifle en un extremo de la cubierta abrió fuego, tan solo consiguiendo que su arma implosionara debido a una obstrucción en su cañón. Al parecer la daga no se había perdido después de todo.

Firallon se encontró abrumado por el pánico, apenas pudo agarrar su preciada pistola de duelos por culpa de los nervios. No podía creer que todo fuera tan mal después de estar más que prevenido y preparado. Sabía que el Barón era astuto y podría intentar comprar la lealtad de su asesino y pese a lo poco probable que era ese escenario se había preparado para él. Desgraciadamente no había sido suficiente.

Alzó la vista para apuntar al demonio pero solo vio a sus hombres inconscientes, inmediatamente se volvió hacia Parche de Hierro y por primera vez pudo ver al orco tratando de no caer inconsciente tendido en el suelo. Desesperado, el Almirante trató de divisar algún tripulante que aún estuviera en pie pero solo consiguió encontrarse con una daga colocándose en su garganta.

No le quedaba demasiado tiempo y era perfectamente consciente de que era el momento de jugar la última carta, deseando con todas sus fuerzas que la información que tanto le había costado reunir salvara su cuello.

-Tengo noticias de Hellstorm.

Durante los tres segundos más largos de la vida de Firallon el extranjero su detuvo, uno a uno, los marineros que se hallaban conscientes aún fueron levantándose y recogiendo sus armas. Aún al estando al borde de la muerte, el Almirante se rió para sus adentros al comprobar que Duncan no estaba por ningún lado, tal y como era de esperar se habría escondido o bien habría saltado por la borda.

-Suéltame y te contaré todo lo que quieres saber.

-No.

Firallon se estremeció al escuchar la macabra voz del asesino, de repente entendió el porqué de su reticencia a hablar.

-Está bien, primero te digo lo que quieres saber y después me sueltas y te vas.


Pese a que el extranjero no expreso su conformidad en el acuerdo, el Almirante decidió que darle la información era su mejor opción para vivir.

-Thrall lo ha localizado en Rasganorte y ha mandado a la elite Kor'kron a recuperarlo. También ha enviado un grupo de mercenarios habitual de la Horda con ellos. Me extrañó que no te mandaran a ti también, pero creí que podría interesarte.

Por primera vez, el extranjero se agito nervioso mientras sostenía la daga en la garganta de su objetivo. Firallon empezó a sentirse optimista sobre su situación.

-En el bolsillo interior de mi camisa encontrarás un mapa con el punto de llegada de su expedición, tan solo hace dos días que partieron así que aun no deben haber llegado.

Sin apartar la daga un solo centímetro, el asesino agarró el mapa. Era un rollo arcano inscrito con un curioso grabado en su dorso.

-Se que estas pensando en matarme y cobrar mi recompensa, aun así debo decirte que si yo muero, ese grabado destruirá el mapa.

Convencido de que tantas molestias habían servido de algo, Firallon respiró aliviado. Notó como el extranjero manipulaba algo bajo su capa y de repente se estremeció con un ruido extremadamente agudo y desagradable.

El ser que apareció volando directamente hacia él no era algo natural. El Almirante había visto un dragón rojo en cierta ocasión, pero este dragón era una sombra con brillos azules fruto de alguna retorcida magia. Lo que le pareció aun más sorprendente era que la espeluznante criatura no producía ningún ruido al batir sus alas. El asesino le soltó, y se agarro de la pata de tan extraño ser mientras pasaba volando casi demasiado cerca.

Mientras ambos se alejaban a una velocidad vertiginosa Duncan apareció con un rifle largo en sus manos y apunto al extranjero mientras este se alejaba. Firallon le hizo bajar el rifle con una mirada cargada de ira.


-Inútil! No le des motivos para volver! Crees que si quisiera no nos habría matado a todos? Como se te ocurrió traerle?

-Pero Almirante, yo solo llamé a un asesino, tal y como me pidió!- Firallon vio en los ojos de su contramaestre pura ingenuidad, su falta de experiencia había sido tan peligrosa como la daga que momentos atrás yacía apostada en su cuello-.


-Si quieres sacar a alguien de en medio, llamas a un profesional que cumplirá exactamente lo que le pides por el precio acordado, no llamas a Kamandol-

miércoles, 28 de enero de 2009

El Negociador Agresivo I

Ryll se secó el sudor de su frente una vez más, a duras penas sosteniendo su rifle. Hoy la guardia se estaba haciendo mucho más larga de lo habitual y normalmente ya se hacía eterna. Apenas llegaba gente a pie a Bahía Botín, la mayoría de viajeros lo hacían en barco y los pocos que usaban la puerta de Ryll eran los mismos comerciantes de cada semana llevándose provisiones para la Horda o la Alianza.

Ryll no se unió a los pacificadores de la ciudad para permanecer todo el día en la puerta, esperando si algún raptor asomaba la cabeza para asustarle de un disparo. En realidad llego como tantos otros esperando montar su propio taller de ingeniería y fabricar los mejores rifles que un goblin hiciera jamás.

Las circunstancias que llevaron al goblin de comerciante con una fortuna personal modesta a guardián de la puerta trasera eran recuerdos molestos para Ryll, tal y como solía explicarlo, solo fue un desafortunado incidente con un prototipo de rifle anti-dragones.

Mientras seguía tratando de entender que falló exactamente, una figura apareció demasiado cerca del goblin. Este no pudo evitar sobresaltarse ante tan repentina intromisión y encañono con su arma al siniestro personaje mientras retiraba el seguro .

-Alto ahí!–

El extraño se paró en seco. Parecía haberse congelado al lado del guardia mientras trataba de acceder a la ciudad. Llevaba una capa de viajero que le cubría por completo y había algo que provocaba tensión a su alrededor. Ryll era incapaz de identificar de que se trataba, quizás fuera algún artefacto extraño de entre tantos que se veían en manos de aventureros pero al goblin no le gustaba, nada en absoluto.

Viendo que el desconocido no tenía ninguna intención de articular palabra, el guardia decidió preguntar al poco elocuente intruso.

-Que negocios te traen a Bahía Botín?-

En los pocos segundos que tardó en contestar, Ryll estuvo a punto de perder la compostura y llamar refuerzos. Definitivamente había algo antinatural en él.
-Soy un caza recompensas, debo ver al Barón-

El goblin tardo algunos instantes en darse cuenta de que sus temores eran absurdos y que cualquier estupidez dentro de los muros de la ciudad no pasaría de anécdota con la cantidad de pacificadores que vigilaban cada esquina. Deseando perder de vista al extraño lo antes posible, Ryll golpeo la puerta en la secuencia correcta para que el guardia de su interior activara el mecanismo que la abría.

El Barón un personaje conocido y no le faltaban enemigos, ni dinero para asegurarse que no se convertían en una molestia, ya fuera por las buena o por las malas. Eran muchos los aventureros que llegaban deseando poner su vida en riesgo por algo más que un ideal o patriotismo. Para los goblins el valor más elevado era el dinero y aparentemente muchos individuos de otras razas compartían esa visión.


Probablemente Bahía Botín no era la ciudad más grande del mundo, ni tampoco la más bella, pero nadie osaría negar que era la más animada. Prácticamente la totalidad del asentamiento se hallaba sobre un enorme muelle que aparte de ser un perfecto amarre para los interminables barcos mercantiles y de transporte que llegaban cada día, llenaba de vida sus calles con un comercio intenso y la enérgica charla que mantenían aventureros de variopinta procedencia.

A medida que el extranjero contemplaba la ciudad, uno a uno los recuerdos de sus muchos viajes volvían a su memoria. Envidió a los aventureros y su entusiasmo, aunque sabía que tarde o temprano la cruda realidad les haría abandonar sus sueños, eso si eran lo suficientemente hábiles como para no morir antes.

No todos los habitantes eran comerciantes o aventureros, el extranjero pudo distinguir aproximadamente varias tripulaciones de piratas mientras recorría el asentamiento. La discreción no era un talento demasiado propio de los hombres de mar pero en principio no iban a ser un problema.

Rápidamente recordó donde encontrar al Barón, la Taberna del Marinero Salado. Fue simple encontrar el sitio, no habían mas locales que estuvieran construidos en el casco de un barco, al menos no fuera del agua, un toque muy propio de los Goblins.
El extranjero despertó el interés de la mayoría de los clientes de la taberna con su entrada, pues no todo el mundo era bienvenido en su interior. Sin importarle lo más mínimo, se dirigió al piso superior donde esperaba encontrar al Barón.
Sentado en una amplia mesa encontró al goblin, el único de toda la ciudad cuyas vestimentas podían valer más que un barco o dos. Estaba discutiendo enérgicamente con un tauren curiosamente vestido de marinero. El extranjero le identifico como el líder de la flota del Barón.

-Revilgaz-

El goblin levantó la vista impactado, pocos osaban llamarle sin solicitar una audiencia, menos aun sin dirigirse a el por su título. Si no fuera por los dos guardaespaldas que tenían al extraño encapuchado encañonado se hubiera asustado.

-Menuda demostración de agallas ¿Algo que decir antes de salir de mi ciudad a patadas?-

La tensión podía palparse en el aire de una manera mucho más literal de lo que solía ser en la taberna, y eso es decir mucho si se trata de un antro de marineros. Al silencio sepulcral y la atenta mirada de los presentes se sumaba la inquietante presencia del encapuchado y su desafortunado habito de reaccionar tarde.

No obstante, no llego a pronunciar una réplica, se limito a arrojar una cabeza humana sobre la mesa. Ambos el Barón y el tauren se levantaron estrepitosamente con cara de incredulidad mientras los guardaespaldas esperaban una indicación de su líder para abrir fuego. El extranjero permaneció totalmente impasible.

-Es la maldita cabeza de Firallon!-

La taberna entera entro en un frenesí de celebración dando paso a brindis y canticos en honor del extranjero. Ni siquiera le dieron importancia al hecho de que este no moviera un solo dedo, aunque fuera para alardear de su proeza.

El Barón no salía de su asombro mientras sostenía la cabeza. El jefe de flota Firallon era el líder de la siniestra banda de piratas que amenazaba con atacar Bahía Botín desde hacía demasiado tiempo. El goblin no podía dar crédito a lo oportuno que era este acontecimiento, sabía que el sangriento pirata le quería muerto pero por una ironía del destino era su cabeza la que rodó antes.

-Creo que te acabas de ganar la gratitud y la amistad del Barón-

El goblin le extendió la mano en señal de aprobación.

-Quiero mi dinero-

Habitualmente esto hubiera sido suficiente para ganarse una paliza, pero Revilgaz estaba de demasiado buen humor como para enfadarse, simplemente le indico al desconocido que le siguiera con un gesto de cabeza.

El extraño accedió a ser registrado pero se negó a quitarse su capa de viaje. Tras comprobar que no llevaba encima arma alguna, el Barón le invitó a su camarote privado cerrando la puerta en las narices de sus guardaespaldas. Solo les contrató por temor a que Firallon intentara algo y a juzgar por la expresión sorprendida de su cabeza no parecía muy probable que intentara nada hostil contra el goblin.

-Tengo que pensar donde voy a ponerla, sujétala un momento-

Como si de un balón se tratara, el forastero recogió el trofeo al vuelo mientras el goblin usaba la llave de su colgante para abrir un enorme baúl. Sin pensárselo dos veces y aprovechando que no le veía, hundió los dedos en los ojos de la cabeza y esta se convirtió un una niebla espesa violeta que rápidamente tomó la forma de una daga sin producir ruido alguno.

Sin ser consciente aún del inminente peligro, Revilgaz se giró para recibir un puntapié en sus cortas piernas y caer boca arriba totalmente sorprendido. El golpe perfectamente calculado hizo que el pequeño Barón aterrizara sobre su gruesa alfombra que amortiguó perfectamente el ruido de su caída. Tan solo tuvo tiempo de abrir los ojos para ver el filo de la daga del extranjero parado sobre su ojo, una visión que le dejo completamente helado de terror.

-Firallon te manda recuerdos-

miércoles, 7 de enero de 2009

En Tierra Hostil III

Los Señores de las Bestias son bien conocidos por todo Azeroth por su capacidad para entablar vínculos profundos con seres primitivos a menudo considerados no inteligentes.
Para ello consiguen una comunión con el reino animal que puede incluso sobrepasar la que desarrolla un Druida con la naturaleza o un Shaman con los elementos.

No obstante, sus habilidades no se limitan tan solo a poseer compañeros animales, sino que sus propios sentidos e instintos también son más cercanos a los de lo salvaje. Estos rasgos hacen posible que también sean conocidos por su capacidad de rastrear, orientarse y en definitiva sobrevivir en los entornos más hostiles.

Cuando Thrall, el Señor de los Clanes de la Horda, consulto con los espíritus sobre el destino de los hombres que envío a la peligrosa expedición a Rasganorte con una misión tan vital como peligrosa, estos le respondieron, de manera sutil y ambigua (pues cuando se trata de los espíritus siempre es así) del inminente peligro.

Tras horas de deliberación, decidió confiar en alguien que había demostrado múltiples veces su lealtad y además estaba mas que capacitado para operar en terreno hostil. Su preferencia para el viaje en solitario también era un punto a favor. El hijo de Durotan podía oír en la distancia los tambores de la guerra y no había efectivos suficientes para perder en otra misión de rescate.

Localizar a Rexxar fue complicado, incluso recurriendo a técnicas de adivinación y enviando a los más rápidos emisarios. No obstante, no dudo en abandonar el exilio para aceptar el cometido que le encargo el sabio orco. Amigo no es un termino que Thrall use con ligereza, pero en el caso del Mok’Nathal no había duda alguna.



Esa misma amistad y respeto son la armadura con que Rexxar refuerza su temple cuando el viento gélido lo hostiga sin descanso. El temporal no ha hecho más que empeorar desde que ha pisado el suelo, pero tan solo ha perdido el rastro de la expedición en dos ocasiones. Por suerte Misha, la fiel compañera del medio Ogro, ha podido enderezar sus pasos gracias a su buen olfato.

El camino de la expedición esta marcado por los cadáveres de aquellos que deben morir más de una vez para desparecer y a juzgar por su cantidad creciente, parece que la expedición se encontró con una fuerte oposición al entrar en el cementerio de dragones apenas un día después de aterrizar en Rasganorte.

Por un lado, el Mok’Nathal se alegra de no encontrar mas que restos del Azote, pero debe darse prisa, le llevan demasiados días de ventaja, quizás los próximos restos no sean del enemigo y en el peor de los casos deberá luchar para darles su merecido descanso.

jueves, 21 de agosto de 2008

En Tierra Hostil II



Una vez más, Nazgrel maldice en voz alta. Siendo un orco, nunca ha tenido miedo a lanzarse abiertamente al combate, tal y como solían hacer en los viejos tiempos, cuando lo único que movía a su sociedad era la guerra. No obstante, en los últimos años, ha habido grandes cambios y ahora la Horda actúa de manera distinta. Esperar el momento adecuado para actuar puede ser tan importante como la fuerza con que se golpea al enemigo. Desafortunadamente, y pese a las muchas disciplinas que ha llegado a dominar Nazgrel, la paciencia no es una de sus virtudes.

Resignado, baja del puente y se dirige a la cubierta principal, perdido en sus reflexiones. No puede evitar pensar que esta expedición es un completo fracaso pero, aun así, la situación era demasiado delicada para ser ignorada. La decreciente presencia del Azote en los reinos del este había transcurrido de manera relativamente discreta, pero a nadie le ha pasado desapercibida la súbita desaparición de la enorme Necrópolis voladora, Naxxramas, en los reinos del este.

Los más optimistas están convencidos de que se trata de un signo de derrota y forma parte de una retirada, al fin y al cabo, el Azote estaba luchando simultáneamente contra la Alianza, la Horda y la Cruzada Escarlata. No obstante, cualquier analista suficientemente observador podría darse cuenta de que no se trata de una guerra que esté perdiendo el Azote. Más bien al contrario.

-¿Señor?- Un joven orco sacó a Nazgrel de sus divagaciones, no puede evitar preguntarse cómo ha llegado un recluta a una expedición tan vital.

-El vigía informa de que no hay rastro de la señal. Llevamos demasiado esperando y nos estamos exponiendo en exceso, creo que deberíamos seguir el plan y poner rumbo a casa.

El veterano orco alza la vista hacia el puesto del vigía, para comprobar, como de costumbre, que el maldito troll está durmiendo. Nunca le gustaron demasiado.

-¿Intentas decir que debemos abandonar a nuestros compañeros en Rasganorte para salvar nuestro pellejo?

-Señor, nuestras órdenes son muy concretas y ya hace dos días que debimos haber seguido el plan de retirada, ya que obviamente la expedición ha fracasado-. Sin duda por el temblor de su voz, el orco ha tenido que usar la poca valentía que alberga para replicar a un superior.

De repente, Nazgrel descubre que su animosidad también puede extenderse a los orcos. Malditos reclutas.

Gran parte de su expedición está observando la escena, su respuesta está creando expectativas. Su experiencia como líder le sirve para saber lo importante que es demostrar autoridad y confianza en sí mismo, sobretodo en un momento delicado como este.

-Si yo no hubiera confiado ciegamente en mis compañeros en el campo de batalla, puedes estar seguro de que hoy no estaría dándote órdenes, así que aprende cuál es tu lugar y no vuelvas a cuestionar mi liderazgo, a no ser que quieras retarme por él, ¿acaso es eso lo que quieres?

-Señor, yo no...- Nazgrel no puede evitar pensar que jamás ha sido así de cobarde hasta donde su memoria alcanza. Quizás la paz es buena para el alma de la Horda, pero las nuevas generaciones no hacen más que decepcionarle.

Ignorando al orco que no consigue más que tartamudear torpemente una disculpa, se dirige a Flizz, el ingeniero jefe del zepelín. Se trata de un goblin, una raza que, para variar, también le resulta molesta. Aun así, el veterano orco considera a Flizz suficientemente serio como para confiarle la vida de sus hombres.

-Quiero volver a comprobar la costa, mantente suficientemente alto para que no seamos un objetivo fácil.

-A la orden jefe- dijo el diminuto personaje mientras ya se dirigía de nuevo a la sala de máquinas. Toda una lección de disciplina de la mano de una de las razas menos fiables conocidas, menuda ironía.

De repente, el vigía grita algo en la jerga isleña de los trolls -viniendo otro globo tíos. Nazgrel recuerda otro motivo por el que odia al vigía, además de su tendencia a dormir durante todo el día: no entiende ni una sola palabra de lo que dice.

-Ha dicho que otro zepelín se acerca a nuestra posición- dijo Flizz sin apartarse el catalejo del ojo. Otro de los motivos por el que admiraba al goblin era por su profundo conocimiento de tantas lenguas.

-¿La Alianza también ha venido?- Pregunta el orco mientras se ajusta su armadura.

-No, pero tu Jefe parece tener otro plan- Es la respuesta del goblin cuando una ondeante bandera de la Horda aparece en su viejo catalejo.

Una vez están lo suficientemente cerca, ambos zepelines extienden su pasarela de abordaje. Nazgrel se sorprende al ver que no le recibe ningún oficial de la Horda, sino otro ingeniero goblin.

-No esperábamos refuerzos, aunque sin duda no nos van a venir mal.

El goblin se rasca la nuca nerviosamente, un gesto que hace que el orco tenga la certeza de que se equivoca.

-Mira, me han pagado una fortuna para venir hasta aquí y traerle, así que él se queda y yo me voy. No quiero quedarme ni un solo segundo más de lo necesario, esta tierra está maldita.

Una enorme figura surge de la bodega del zepelín y hace parecer al goblin aun más diminuto, al ir cubierto por pieles de animal parece aun más imponente. Nazgrel no tiene prejuicio alguno contra su especie ya que es el único miembro de ella que conoce, y no guarda más que un profundo respeto por su persona. La expedición apenas puede contener la sorpresa ante la llegada del Mok’Nathal.

-Rexxar, campeón de la Horda, es un honor tenerte a bordo.

martes, 19 de agosto de 2008

En Tierra Hostil



Conforme los últimos rayos de luz desaparecen, veloz, la implacable sombra se adueña del nevado paisaje, reclamando cada centímetro del firmamento: su dominio no va a ser cuestionado. Los cegadores reflejos glaciales desaparecen, transformándose en una sinfonía de sombras, unas sombras acompañadas de susurros cuyo origen parece burlar a la naturaleza misma.

Fruto de una complicidad aterradora, los vastos y frondosos bosques tan llenos de vida durante el día, desatan el más rotundo de los silencios, su rigor no será transgredido por ninguno de sus habitantes. Han aprendido bien qué supone vivir en Rasganorte.

Este repentino cambio no va a pasar desapercibido para el Ermitaño, cuyo paso se ve constantemente asediado por el implacable viento del norte. Prácticamente incapaz de mantenerse en pie ante la ventisca, lo único que permite al agotado viajero retomar su camino es la certeza de que una estancia nocturna fuera de su refugio le depara obstáculos, aún más incómodos que la furia de los elementos y mucho más letales.

Maldiciéndose por haber tardado tanto en volver, se agarra con fuerza su abrigo de pieles, sintiendo cómo cada ráfaga de viento se clava en sus huesos y sus botas se hacen más pesadas cada vez que consigue avanzar un poco más. Pese a que la nieve ya no le permite ver mas allá del siguiente árbol, espera llegar en cualquier momento a la entrada de su santuario.

Súbitamente, el anormalmente tranquilo entorno cobra vida, revelando abominables siluetas que componen un nuevo paisaje, cuyo sinuoso movimiento no tarda en hacerse evidente. Como si de un baile se tratara, sus macabros participantes describen inexorables pasos, cerrando su cerco alrededor del Ermitaño.

Consciente de la proximidad del peligro, el amenazado viajero recurre a todas sus fuerzas para acelerar su desesperado paso, casi puede correr. Su inquietud se incrementa cuando se da cuenta de que lo que oye no son gritos de sus perseguidores, sino susurros en el interior de su propio pensamiento.

Y no es más que uno de esos susurros lo que provoca una desafortunada caída. Inmediatamente, el Ermitaño siente las fantasmales garras abalanzarse sobre su espalda y es necesaria la mas férrea de las voluntades para convencerse a sí mismo de que lo único que le ha alcanzado, por ahora, es su propio miedo. Gracias a esa certeza consigue rodar sobre sí mismo y recuperar el equilibrio para correr con más fuerza aún.

Irónicamente, tarda varios segundos en darse cuenta de que la abertura en la pared es la entrada a su refugio y no un espejismo producido por su alterada mente, varios segundos que casi le cuestan muy caros. Afortunadamente, consigue ignorar el pavor que le invade para sellar la entrada inmediatamente después de cruzarla.

Como si de un autómata se tratara, coloca uno tras otro los refuerzos para imposibilitar el paso a los ansiosos invasores, ignorando por completo los desesperados rugidos y golpes del exterior. No es hasta que no tiene nada mas con que apuntalar la entrada que el Ermitaño empieza a sentir una molestia en la espalda.

No se sorprende demasiado al comprobar que su abrigo está rasgado a la altura de su espalda, al igual que su vieja armadura, de cuya apertura gotea abundante sangre. Al parecer, las garras no fueron producto de su mente.